martes, 28 de diciembre de 2010

La humanidad del Señor Jesús. 4.- “Conclusión”

“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.” (Juan 14:12)

 En mi opinión la biblia es clara en cuanto a la humanidad de el Señor Jesús, El afronto lo mismo que nosotros y mas, tomo nuestras debilidades y sufrió nuestras dolencias.

Supero la prueba en la que Adán había fallado. Adán estando en las mejores condiciones, conociendo solo lo bueno, y teniendo solo un punto de prueba, no comer el fruto de un único árbol, aun así peco. Mientras Jesús tuvo que superar la prueba en un terreno mas adverso, en un mundo de pecado, en donde todo incluso su propio cuerpo era capaz de tentarle a desobedecer a Dios, aun con todo esto, pudo vencer la tentación, tomado de la mano del Padre, le fue dada fuerza para morir al “yo”, a la voluntad carnal y así llegar a ser un sacrificio expiatorio, perfecto.

Aunque el motivo por el cual Jesús vino a la tierra, era el de redimir a la humanidad caída (lo cual hizo), también quedo demostrado una segunda cosa, y esta es que el hombre puede ser restaurado a su posición original.

Isaias 13:
12 Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre.

El Señor al cumplir con la voluntad de Dios como hombre, demuestra que es posible para cualquier hombre, cumplir con la voluntad de Dios, dejar de pecar, y vencer toda tendencia intrínseca hacia el pecado.

Es por eso que el Señor da el mandato de “sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mat. 5:48).

Así como también les instaba a dejar de pecar, como en el caso de la mujer que fue sorprendida en adulterio, después de haber sido perdonada por Jesús, este le dice: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Esta instrucción (aunque difícil desde nuestro punto de vista) no era algo imposible. Aparte de esta instrucción se nos otorga también el poder para cumplirla, teniendo un ejemplo, una meta, el Señor nos dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mat. 11:29-30)

Por lo tanto la humanidad de el Señor Jesús debe ser nuestro ejemplo, nuestra meta, una guía hacia la santidad, “… santidad, sin la cual nadie vera a Dios” (Heb. 12:14)

Y esto debe ser nuestra tarea diaria, llegar a ser como Jesús, y a través de nuestros dones, ayudar a otros a llegar también a la meta.

Efesios 4:
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

 

Así que todos, deberíamos de apoyarnos mutuamente para llegar a la meta, llegar a ser un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Te preguntas ¿Cual es la razón por la cual hoy en día no se ven tantos milagros, como los que se cita en la biblia? la respuesta no es por que Dios no este dispuesto a obrar a través de sus hijos como en aquellas épocas, sino que nosotros no estamos dispuestos a morir a el amor propio, al ego, no estamos dispuestos a tomarnos de la mano de nuestro Salvador y permitirle que transforme nuestras vidas, que nos haga nuevas criaturas.

Muchos nos autodenominamos cristianos (seguidores de Cristo), pero nos rehusamos a cambiar nuestra forma de ser, de pensar, mientras que el Señor dijo: “… si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”

Para concluir, habiendo evidenciado como las Santas Escrituras declaran que el Señor Jesús, fue tan humano como tu y como yo (pero, sin pecado) sabiendo que tuvo que afrontar las mismas pruebas y aun mayores, y sabiendo que el obtuvo victoria por nosotros negándose a sí mismo, se nos insta a hacer lo mismo, a negarnos a nosotros mismos, a tomarnos de la mano de el Padre, a obtener victoria sobre el pecado y sobre las tentaciones, a llegar a ser un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, a permitir que el Señor nos restaure a nuestra gloria primera, y tomarnos para sí, para que se cumplan las palabras: “… vendré otra vez, y os tomare a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”

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